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miércoles, 20 de abril de 2011

π : El orden del caos (1998)

Desde hace ya varios años, llegué a la conclusión de que todo aquello que implicara números complejos en mi vida iba a causar problemas, y este film, debut cinematográfico del realizador Darren Aronofsky, no es la excepción.

Se trata de un thriller psicológico americano, una película indie como debe de ser hecha en todos los sentidos, que puso a su director en el mapa, y que brinda muestras  de pequeños especímenes que Aronofsky toma más adelante en su carrera para definir sus producciones como cine de autor (como el recurso de cámara rápida y detalle cada vez que el protagonista toma sus medicamentos, similar al que utiliza Réquiem cada vez que los personajes consumen drogas; también la predilección de Aronofsky por el género de thriller psicológico es importante).



Maximilian ó Max Cohen (interpretado por el convincente Sean Gullete), es un genio matemático desaliñado, aislado social y un tanto paranoico, que sufre de delirio de persecución y dolores de cabeza. Siempre repite postulados en su mente, que van cambiando conforme sus investigaciones avanzan; pero sobre todo, está convencido de que el leguaje de la naturaleza son las matemáticas.

Él se encuentra en una misión: buscar patrones en la naturaleza que se relacionen con el movimiento de la bolsa de valores. Su búsqueda se vuelve cada segundo de la película más enfermiza, pues su persona está convencida que tiene la razón. 



En varias partes la grabación original se intercala con bosquejos, plantillas y fórmulas matemáticas que ninguna persona que no se dedique a eso podrá comprender, y Max se encuentra haciendo notas mentales todo el tiempo, para recordarse a sí mismo que no está loco y se la pasa comparándose con importantes investigadores de la historia como Arquímedes, Pitágoras y Leonardo da Vinci.

En un punto importante del film, el genio frustrado acude a su mentor y ex profesor Sol (Mark Margolis) para preguntarle de su pasado, cuando él todavía estudiaba los números de π, pero el profesor lo compara con Ícaro y le pide que se detenga, antes de que la desesperación acabe con él.  

La película se encuentra rodada en blanco y negro, muy contrastado, que deja jugar al director con las sombras y partes oscuras, e incluso en algunas partes, parece que se trata de viñetas de unas tiras cómicas muy siniestras. También existe un movimiento muy rudo y  visceral de la cámara, que acentúa lo enloquecedor de la búsqueda de Max y lo doloroso de sus ataques de migraña.



Sin duda alguna hablamos de una de los films más raros y turbadores del cine, cuya historia parece no tener solución y parece que se encuentra en un callejón sin salida. 

Al final, Max encuentra una simple solución a sus tormentos, después de haber sido acosado y atacado por unos necios de Wall Street y después por unos miembros de una secta cabalística que aseguran que los números en su cabeza resolverán sus incógnitas personales. ¿Max está muerto o sólo su tormento?



Así como dijo Sol en uno de sus parlamentos más importantes, el mensaje que yo capto de esta película es simplemente que hay que aceptar que la realidad de nuestro mundo es caótica, que no puede resumirse sencillamente en la matemáticas, y mucho menos se puede encontrar un patrón que ayude a explicar toda la existencia.

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