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martes, 19 de abril de 2011

Alphaville (1965)


Raro y más raro… Así es como podría describir esta película si alguien me pide consejo algún día. Jean-Luc Godard hizo usanza de su genio para hacer de este film un experimento de todo lo que puede ser el cine: ciencia ficción, espías, romance, detectives privados, aventura, futurismo, tiras cómicas o tecnología; y al final, parece resultar en una mofa de todo esto en conjunto.

FINAL DE ALPHAVILLE EN CASTELLANO 

A mi parecer, esta película se encuentra colmada de signos semióticos, que sinceramente todavía me cuesta mucho trabajo asimilar e interpretar, pero sobre todo, relacionarlo con el mismo film.  Planos detalle de señalamientos de tráfico, controladores, luces,  una lámpara que no deja de parpadear con enjundia y  objetos que al parecer no tienen que ver con la trama yacen e invaden varias tomas durante toda la historia.

Esta obra perteneciente a la corriente de la Nueva Ola Francesa, es la novena entrega de Jean-Luc Godard, es clara muestra de que no se siguen los parámetros de la cinematografía del momento, desafiando a la lógica con la que hemos crecido nosotros.

Después de investigar un poco, he llegado a la conclusión de que si se toma Alphaville como lo que es, no perderemos el tiempo creyendo que se trata de una versión de James Bond en crack…

Todo comienza cuando un enviado de los “Países Exteriores”, el agente secreto Lemmy Caution, llega a Alphaville (la capital de “una galaxia lejana”), con la misión de localizar a otro agente que se encuentra perdido, Henry Dickson y de matar al Profr. Vonbraun, el inventor del supercomputador Alpha 60, controlador de la mente de los habitantes de Alphaville.

Para llegar a este sitio, el agente se transporta en su Ford Galaxy, hecho que “tal vez” sea una coincidencia, y un letrero con las palabras: SILENCIO, LÓGICA, PRUDENCIA Y SEGURIDAD le dan la bienvenida a la excepcional ciudad.

Desde el comienzo de su estancia, el agente, que se hace pasar por un periodista llamado Ivan Johnson se topa con elementos muy extraños para su mundo: la insistencia de las personas para que pase a registrarse en el “Control de habitantes”, chicas sumisas con aire triste que se hacen llamar “Seductoras de Nivel 3”, gente que lo sigue, y hasta la prohibición de palabras y emulación de sentimientos y emociones. 



La hija del Profr. Vonbraun, Natascha Vonbraun, caracterizada por la muy estilizada actriz  Anna Karina, es la que representa al AMOR en esta cinta, en la que la palabra está estrictamente prohibida bajo los parámetros de la computadora Alpha 60.

Una de las escenas más memorables, es cuando Lemmy le confiesa a Natascha que está enamorándose de ella, declaración que ella no comprende porque no sabe lo que significa la palabra amor. Lemmy explica y hace una distinción entre amor y voluptuosidad. En ese momento, se alternan tomas detalle de la bella actriz haciendo una reflexión sobre lo que dice Lemmy, volviendo al punto de partida, preguntándose entonces qué es el amor.

El montaje fotográfico es magnífico pues pretende y logra retratar a una ciudad sin corazón, llena de edificios opacos de bloques, ventanas con anuncios luminosos de neón, corredores eternos, oscuros y tenebrosos, puertas transparentes, apartamentos desgastados y escaleras en espiral.

Gracias a la tecnología de esos tiempos, Godard pudo implementar a su irreverente producción tomas en negativo, movimientos lentos, y por supuesto los planos secuencia largos con cámara en mano, para seguir el camino de nuestro héroe, que logra sacar a la hermosa Natascha de las garras de la ilógica Alphaville para sentir el amor. 



Lo que al principio parece una imitación de la típica película de detectives americana, de repente da un salto a la Dimensión Desconocida. En todo caso, el título en su idioma original francés: Alphaville, une étrange aventure de Lemmy Caution (Alphaville, una extraña aventura de Lemmy Caution), hace honor a su nombre en todos los sentidos, con todas su señalizaciones y su final digno de risa, es un producto extraño de la mente de un ser humano que se imagina un mundo sin la lógica que nos gobierna, o tal vez sugiera que ya nos encontramos viviendo en una ciudad como Alphaville, con características de una sociedad futurística represora que insiste en que esconder sentimientos y coartar la libertad son necesarios para lograr orden y bien común.

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